viernes, 5 de marzo de 2010

Pasó lo que pasa siempre... la vida.

Aunque escribo menos no he perdido las ganas, pero aquí todo es tan intenso que cuesta expresarlo sin perder ni un poco de esa intensidad que lo llena todo, que se respira en el aire. Es París, cariño. Es esa ciudad a la que los que aún no se han ido ya están pensando en volver. Y los que estamos aquí no nos queremos marchar. Es la ciudad que ha conseguido que lo olvide todo. Menudo mérito. Aunque a veces pienso qué dirías si pensases por un momento que te estoy mintiendo.  Que resulta que no puedo aceptar que aún te eche de menos, y que este menos aún vaya a más. Y no sé ni dónde estás ahora, ni te voy a ir a buscar. Siempre nos sentó bien darnos guerra. No supe hacerlo de otra manera, las cosas no me convencían y con las mismas di media vuelta y me largué corriendo. Y ni que fuera la primera vez. Pero no importa, ya lo arreglaremos en algún momento, sé que estás bien, y por si te interesa, yo también. Sigo sin saber lo que quiero, pero sí lo que no quiero. Después de meses con más noches que la luna, de viajes sorpresa y distancias relativas, las cosas mejor al ritmo de mis ganas. Y cuando menos te lo esperas. Como una casualidad que no fue tanto. Como su risa. Su barba de tres días. Sus cuándonosvolveremosaver rápidos, secos e indoloros… como el francés y su traducción libre al portugués.