domingo, 26 de abril de 2009

Pongamos que hablo de ti (o de mí).


Sólo quiero que funcione mi mundo (y el tuyo). Que el deseo llame a mi puerta tantas veces como quiera y que tu sonrisa me apetezca veintisiete veces al día. Y que siempre que me apetezca estés ahí, delante de mí, sonriendo a mi sonrisa, para poder matar cuanto antes las ganas de tenerte cerca. Quiero que me conozcas y me rechaces por lo que soy, antes de que me aceptes por lo que crees que soy. Que olvides lo que hubo antes de ti (o de mí), y no pienses en lo que habrá después. Si yo puedo hacerlo, tú también. Que no me importan los secretos, a partir de hoy tenemos todo el tiempo del mundo. Vamos a buscar el equilibrio perfecto, que la velocidad a la que nos acercamos sea la misma que la que nos atrae. Ni más. Ni menos.



Qué extraña sensación.

1 comentario:

Melpómene dijo...

unidad y equilibrio...

saludos ...