lunes, 24 de marzo de 2008

Y ay de los que se preguntan qué es lo que tiene ese rincón...

Mil cuatrocientos kilómetros en cuatro días han estado a punto de echarme atrás. Y he tenido que volver allí para darme cuenta de cuánto lo he echado de menos. Volver a esa playa que alguien tiñó del color de los recuerdos, sentir el mismo olor, el levante y la arena como si fuese ayer, y pisar el mismo suelo desgastado que llega hasta la orilla. Y mirando hacia el horizonte aún puedo escuchar las risas, el ojú, illo, aro... y no puedo evitar sonreír mientras los recuerdos se vuelven tan nítidos que podría reproducir alguna de las conversaciones grabadas en la cinta de mi memoria. De repente, los momentos se agolpan en mi cabeza como una secuencia de imágenes de una película que creía olvidada: la lluvia de estrellas más intensa que he vivido nunca, todo aquello que me confesaste durante varias noches sin apenas conocerme, los atardeceres de postal y los interminables paseos por esa playa con el agua tan fría como una conversación entre dos extraños. Y algo aquí adentro, debajo de mi camiseta, de mi piel, consigue que me sienta parte de esa escena y desee, por un momento, pasar el resto de mi tiempo en ese lugar, a medio camino entre Europa y África.

1 comentario:

Carlos Cresppo dijo...

Bueno pri, q bonitas palabras puedo leer. Uy! aún yo sé menos que tu de mí, así q un café o una cerve a solas pendiente.
Por cierto, bonita fecha en la que empiezas, mi 25 cumpleaños, aún me da miedo pensarlo. Tan viejo soy?
Lo bueno, son las vivencias, pero me siguen echando los años que tu cuca tienes.

besitosss, me alegro de... ya sabes :)
y mucho!