martes, 13 de mayo de 2008

Tan iguales y tan distintos

Lo nuestro ha sido una relación extraña, lo reconozco. Algo así como amor-odio. Separados pero tremendamente unidos, más veces enfrentados que apoyándonos, nunca estuvimos de acuerdo en nada. Pero siempre pensé que se trataba de una cuestión de caracteres incompatibles; somos todo lo diferente que se puede ser aun siendo genéticamente casi iguales. Por fortuna las cosas cambiaron de la noche a la mañana. Los dos maduramos, al menos un poco, supongo. Hoy es una relación única, inigualable, inexplicable, imprescindible, con la certeza por ambas partes de que eso es algo que nadie puede cambiar. Al pie del cañón, aguantando igual los malos días que los buenos, y aunque algunos sólo compartimos el momento de la cena, es suficiente para recordarme que estás lleno de vida, y para que tu energía, ésa que contamina todo el espacio que ocupas y alrededores, sea para mí como una dosis extra de adrenalina.

Me has ayudado a luchar por lo que quiero, a imponer mi opción, a restarle importancia a las nimiedades, a parar y respirar cuando me ahogo en un vaso de agua, a quererme más, a... y a... y a... y por encima de todo a recordar cuánto te necesito. Me has consolado tantas veces estos últimos meses que no encuentro la forma de agradecerte ese apoyo incondicional que tan poco he valorado en ocasiones anteriores, y que a día de hoy, me ayuda a tirar p’alante frente a lo que sea que tenga que venir. Eres el voluntario por excelencia, da igual para lo que sea: yo te llevo, yo llamo, yo lo hago, yo lo arreglo, yo lo miro, yo voy contigo... y aunque muchas veces al final te olvides, no te preocupes, la intención es casi siempre lo que cuenta. Tienes un corazón enorme, mucha sensibilidad (a veces me sorprendo olvidándolo), y adoro tu sentido del humor del mismo modo que odio que (casi) siempre tengas razón y que encuentres una teoría, poderosa o no, para echar abajo mis más que discutibles axiomas.

Sé que eres tremendamente fuerte lo que me tranquiliza enormemente, pues no sabría verte sufrir. Estoy (mal)acostumbrada a que sea al revés, a que seas tú el que me abrace con esos brazotes enormes que me abarcan casi de arriba abajo cada vez que se me tuerce la vida. Y entonces te rías y me digas que soy una enana (porque no falla ni una vez), que mamá y papá se esforzaron más contigo y bla bla bla... y yo te conteste que eres un torcido mental. Y que conste que todo esto no quita que más de una vez el día te mataría por tu peculiar sentido de la convivencia (que es nulo). Pero han sido unos meses complicados para mí y conseguiste por momentos que lo olvidase completamente. Desconozco cómo lo has hecho pero has sido el mejor apoyo. Y aunque sé que sobra que lo diga, y que aunque te lo digo poco tú lo sabes como yo, te adoro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye!!!!!Q yo tb creo que ers una enanita,eh!?jijijiji.
Dentro de nada estás escribiendo en un diario de tirada nacional o algo así!!!!!
Si viens por esta zona de vacaciones o algo así me lo dices...y si podemos, nos vemos y nos amamos!!!!bsos.vic.
p.d. ahora estoy más guapo,eh!?jajajaja.

*Pa dijo...

Uffffffff!Aun me acuerdo de la mala leche que tenias los dias que te ibas a comer a casa y coincidias con tu hermano y os matabais a puñetazos!!!!! Y mira ahora, que lo mas grave es decidir quien baja la basura...

*BzizZ

Anónimo dijo...

madre mía, que buen escrito, a mí me ha dado ganas hasta de decirle muchas cosas a mi hermanito que soy incapaz de atreverme a decir!...
María Nieto me ha dado recuerdos tuyos! veo que las cosas bien! un beso! suerte con los exémenes arquitecta!

*Pa dijo...

Me muero de impaciencia...