domingo, 12 de octubre de 2008

El 28 (desde MadriZ)

Día de noticias infinitas desde la Ciudad de la Luz, hoy un poco menos lejos. - ¡Llevas todo el día hablando por teléfono! – oigo protestar a mi madre desde algún lugar indeterminado de mi casa. - Mamá, es desde París – contesto a modo de excusa, como queriendo explicarle que no puntúan igual las llamadas con quien está a veinte minutos andando de casa que cotorrear con quien está a más de dos horas de avión. La primera llamada, como todas las conversaciones contigo (últimamente más a menudo, pero creo que nunca ha importado cada cuánto), tú con tus ganas insaciables de hablar... y yo de escuchar. Y más ahora, que todo es nuevo y siempre has sido de fácil sorprender. Y a mí que me encanta que hablemos detodoydenadaalavez, sin hacer nada por evitar la sensación de envidia sana. Te noto genial, como niño con zapatos nuevos, pero literal, que algo (o mucho) de niño tienes, no vamos a negarlo a estas alturas de la película. La segunda llamada también ha empezado como todas, tus novedades y las mías, miles de risas, y recuerdos como siempre (¿has notado que siempre que hablamos recordamos cosas?) Y así, casi de pasada, casi sin darle importancia, la mejor noticia del mundo: - Llego en dos semanas. Pongo mi mejor cara de póquer, que obviamente tú no puedes ver. En cambio, escuchas: - ¿Perdona? ¿qué has dicho? Se ríe la muy cabrona, y repite: - Ayer saqué el vuelo, el día 28 estoy en Madrid. Empiezo a reírme sin control, no sé por qué, supongo que no lo esperaba, quizá porque llevaba toda la semana pensando que tres meses era demasiado tiempo hasta nuestro próximo encuentro. O quizá porque no me salían las cuentas para volar hasta allí sin llevarme por delante entregas, parciales y demás tonterías que me quitan el sueño. El día 28, perfecto. Más de dos meses desde que nos despedimos, rápido y de mala manera, en una estación de tren llena de gente y a dos minutos de salir rumbo lejos_de_mi_lado. Y tarde, como siempre (nunca me han gustado las despedidas, y últimamente, demasiado presentes) De repente, el caos: tú vienes el 28, yo voy en noviembre, tú vuelves en diciembre, y nos vemos en enero... volvemos a ser las dos de siempre, haciendo planes a corto/medio/largo plazo, eso qué importa... Hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos.

A los dos, que habéis hecho de éste un domingo atípico, nos vemos pronto, prontísimo.

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