sábado, 15 de noviembre de 2008

Sólo es cuestión de una mirada, un gesto, un guiño, una señal

Veinticuatro horas sin dormir después llego a casa al tiempo que la ciudad empieza a despertar –malditos atascos, maldita ciudad, maldita escuela-. Aprovecho como puedo las dos horas que quedan y enfilo a la universidad mientras pienso cuántas ganas tengo de acabar con este ritmo que me mata. La clase se convierte en una especie de murmullo monótono, qué ganas tiene esta mujer de hablar. Te miro y me río, tampoco has dormido y estás a punto de cabecear en la silla. Aun sonrío cuando recuerdo cómo entraste de golpe en mi vida hace ya más de cuatro años. Nos sentamos al lado la primera clase de nuestra historia universitaria, matemáticas I, y todas las que vinieron después ese primer año. Recuerdo exactamente lo que pensé de ti. A partir de ahí nos faltaron horas para compartir risas y agobios a partes iguales, para ponernos al día de nuestra vida anterior a la universidad. Hoy falta una pieza del puzzle, y nos costó mucho asumirlo, en mi caso porque me quedé sin elegirlo con el papel más difícil, en el tuyo porque fuiste la primera sorprendida. Pero el tiempo pone todo, y a todos, en su lugar.

Anoche, pese a no haber dormido, fue una de las mejores noches en mucho tiempo y mientras el taxi cruzaba Madrid no podía dejar de pensar qué va a pasar cuando todo esto se acabe y vuelvas a tu ciudad, algo que tarde o temprano va a suceder. Y no podemos dejarnos absolutamente nada por hacer, así que vamos a empezar ya...

2 comentarios:

R. dijo...

Haced una lista infinita que no acabeis de tachar en 7 vidas

Anónimo dijo...

Es un placer leerte, sigue asi